Sin embargo, parece que tratamos de evitarlo en algunas situaciones. Suelen ser de carácter formal, como el lugar de trabajo, aunque este fenómeno se extiende a otros ámbitos. Lo sustituimos por comentar, otorgando a este último un significado que no le corresponde. De este modo, se oyen frases como:
El jefe me ha comentado que van a cambiar los teléfonos.
Me ha comentado Luis que va a venir su hermana de Alemania.
Se ha empleado el verbo comentar con el sentido que corresponde a decir.
Comentar es expresar opiniones, hacer observaciones, ampliar información, etc. sobre algo. En la interpretación más natural de estas frases, «el jefe» y «Luis» se han limitado a transmitir objetivamente cierta información por medio de la palabra sin añadir comentario alguno. El verdadero significado de comentar se encontraría en ejemplos como los siguientes:
¿Cuál es el sentido entonces de esta traslación semántica?
Qué difícil es juzgar estos propósitos. Me vienen ahora a la memoria los versos que cantó el gran poeta Atahualpa Yupanqui:
En la cafetería estaban comentando el artículo de Javier Marías.
Antic comentó el partido para la Cadena Ser.
¿Cuál es el sentido entonces de esta traslación semántica?
Sabemos que el yo hablante es multiforme. Se transfigura inconscientemente ante las diferentes situaciones de comunicación. No hablamos igual con nuestros padres o con los compañeros de colegio que el azar ha convertido en amigos en la madurez, que con el jefe o los ocasionales compañeros de trabajo. Este hecho es incuestionable, necesario, y da origen a los diversos registros o estilos lingüísticos (coloquial, formal, culto, etc.), pero no lo justifica todo.
Me vais a permitir una confesión. Poco después de abandonar el cascarón familiar y universitario e incorporarme al mundo laboral, me sorprendió —no siempre agradablemente— un modo de comunicarse que desconocía. Se exigía retorcer las palabras para ser más ingenioso, resultaba ramplón llamar a las cosas por su nombre, era mejor no usar las palabras básicas del idioma y, si era posible, elegirlas largas. Cosas del marketing personal. Un uso peculiar del idioma era el aditamento indispensable de americanas, corbatas, abalorios, afeites y cortes pelo arriesgados. Había comenzado la función del gran teatro del mundo en la que no nos queda más remedio que participar.
Qué difícil es juzgar estos propósitos. Me vienen ahora a la memoria los versos que cantó el gran poeta Atahualpa Yupanqui:
Si yo le pregunto al mundo,
el mundo me ha de engañar;
cada cual cree que no cambia
y que cambian los demás.
Si hemos de cambiar, cambiemos, pero hagámoslo con verdadero estilo usando el inmenso caudal de recursos que nos ofrece nuestro idioma, sin endosar a las palabras significados que ni tienen ni necesitan.
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