domingo, 20 de marzo de 2022

Otra vez sobre leísmo, laísmo y loísmo (primera parte)


En un graciosísimo librito publicado hace algunos años para consumo interno por el Departamento de Español al Día, de la Real Academia Española, en el que se incluía una selección de consultas entre simpáticas, absurdas o simplemente chocantes formuladas al departamento, un airado consultante solicitaba ayuda a la Academia sobre el uso de los pronombres le, la y lo en estos términos (resumo):

«Quiero información sobre el leísmo y loísmo a ver si es posible un método o sistema que me aclare... Realmente es un problema y no me vengan con lo del complemento indirecto, que eso ya lo sé».

Tiene razón el consultante en que es un problema complejo y que dista de estar solucionado; yo diría que se ha transformado de un tiempo a esta parte y en algunos aspectos está empeorando. Sin embargo –lo lamento–, para empezar a entenderlo, hay que tener claro «lo del complemento directo y el indirecto». Trataremos en este artículo del uso impropio de le(s), el leísmo, y dejaremos para una segunda entrega el que se refiere a los pronombres la(s) y lo(s), es decir, el laísmo y el loísmo.

Repasemos algunos conceptos gramaticales básicos antes de entrar propiamente en materia. Intentaré que sean los mínimos imprescindibles.

El complemento directo es una función sintáctica que completa el significado de un verbo transitivo. Es un complemento requerido por el significado léxico de dicho verbo, aunque, como veremos más adelante, puede no estar expreso. Por ejemplo, en las frases María ha encontrado trabajo, Ya se ha comprado el libro de matemáticas Busca a su madre, los sintagmas trabajo, el libro de matemáticas y a su madre son complementos directos exigidos por los verbos encontrar, comprar y buscar respectivamente. El complemento directo puede ser un sintagma nominal, un sintagma preposicional introducido por a o un elemento que se comporte como tal, especialmente un pronombre: Mi hermano ha alquilado un piso el mes pasado. Conoció a tu hermana en la excursión. Lo ha comprado en una tienda del barrio. También puede ser una oración que funciona como un sintagma nominal: Quiero que vengas conmigo al cine. Ignoro si llegará a tiempo. Hace cuanto quiere.

El complemento indirecto es una función sintáctica que se da tanto en verbos transitivos (los que exigen complemento directo) como en los intransitivos (los que no lo admiten). Expresa normalmente el destinatario o beneficiario de la acción verbal, o el experimentador de una sensación o sentimiento: Le ha regalado un ordenador a su padre. Le gustan mucho los frutos secos. El complemento indirecto puede ser un sintagma preposicional introducido por a o un pronombre personal (a su padre y le en los ejemplo que acabamos de ver).
También los complementos indirectos suelen estar exigidos por el tipo de acción expresada por el verbo. Unos presentan la estructura característica verbo transitivo + complemento directo + complemento indirecto; como los verbos de lengua (contar, decir, explicar, preguntar): Le (c. i.) explicó los motivos (c. d.) a su padre (c. i.). (Obsérvese que en este ejemplo y otros posteriores que se duplica el complemente indirecto; puede parecer innecesario, pero así son estas construcciones en español). Otros verbos expresan que un sujeto transfiere algo a un destinatario (comprar, dar, entregar, enviar, llevar prestar, vender): Le (c. i.) ha vendido el piso (c. d.) a su primo (c. i.) Otro grupo de construcciones son las formadas por verbo intransitivo + complemento indirecto. Muchos de estos verbos expresan sentimientos o sensaciones (gustar, agradar, alegrar, encantar): Le (c. i.) gusta ir al cine los días de diario. Otros indican que cierta cosa se asigna a alguien o algo (atañer, concernir, competer, corresponder, incumbir): La vida privada de María no te (c. i.) incumbe.

Pues bien, como ya he dicho antes, el complemento directo y el complemento indirecto pueden estar expresados por pronombres personales. Cuando se usan con estas funciones,  los pronombres de primera y de segunda persona (me, te, se, no, os) no muestran especiales problemas para los hablantes de español. La cuestión es bien diferente cuando se trata de los de tercera persona, tanto en singular como en plural (le, les, la, las, lo, los).

El uso normativo de los pronombres de tercera persona en relación con las funciones de complemento directo e indirecto sería el siguiente:

Para complemento directo:
Masculino singular: lo
Masculino plural: los
Femenino singular: la
Femenino plural: las
Para complemento indirecto:
Masculino y femenino singular: le
Masculino y femenino plural: les

El uso impropio de estos pronombres, con diferente grado de aceptabilidad según los casos, es lo que se llama leísmo, laísmo y loísmo. En esta primera entrega abordaremos el leísmo. Vamos allá.

El leísmo es el uso le o les en función de complemento directo. Hay tres tipos de leísmo:

Leísmo de persona masculino. Es el uso de le(s) como complemento directo referido a personas de sexo masculino. Es un uso muy extendido entre hablantes cultos, incluso en los textos escritos, y, por tanto, no se considera incorrecto. Por ejemplo:

Ayer conocí a tu amigo Luis y le he vuelto a ver hoy en el supermercado.

No es frecuente en plural, y es menos recomendable:

Están tan cambiados sus hermanos que ya no les reconozco.

Leísmo de persona femenino. Es el uso de le(s) como complemento directo referido a personas de sexo femenino. Salvo en construcciones muy específicas, se considera incorrecto:

Le considero una mujer muy competente.
A tus amigas les conozco desde hace tiempo.

Debería ser:

La considero una mujer muy competente.
A tus amigas las conozco desde hace tiempo.

Leísmo de cosa. Es el uso de le(s) como complemento directo referido a cosas. Se considera incorrecto.

El enchufe no tenía nada. Le han arreglado en un momento.
Quédate tú con los libros. Les llevas cuando puedas a la biblioteca.

Debería ser:

Lo han arreglado en un momento.
Los llevas cuando puedas a la biblioteca.

Hasta aquí, con los ejemplos propuestos, la cosas parecen estar bastante claras y las explicaciones aportadas abarcan gran número de casos. Sin embargo, no siempre es así:
   
    1.º Verbos como  asombrar, asustar, convencer, molestar y otros que expresan influencia psíquica en alguien a veces funcionan como transitivos y, otras veces, como intransitivos, sin que se perciba nítidamente un cambio de significado. Este hecho influye a la hora de elegir uno u otro pronombre. Observemos esta dos frases:

El empleado no ha querido molestarla, pero la señora se ha quejado a su superior.
A mi madre le molesta mucho la música tan alta. 

Ambas son perfectamente válidas. En la primera, el verbo molestar está funcionando como transitivo y su complemento directo es (y debe ser) la. En la segunda, se ha empleado el verbo molestar como intransitivo y, por lo tanto, deber usarse el pronombre le como complemento indirecto, que vale tanto para el masculino como para el femenino.  Puede decirse, en general, que cuando el sujeto de la frase  (aquí el empleado) es un ser animado y se considera agente de la acción, el verbo tiende a ser transitivo y requiere complemente directo, por tanto deben usarse las formas del pronombre propias para esta función. Si el sujeto (la música tan alta) es inanimado y no se considera un agente directo, el verbo tiende a ser intransitivo. Se puede consultar una lista más completa de este tipo de verbos desde este enlace.

    2.ª En el llamado «leísmo de cortesía» se emplean le(s) cuando se refiere a personas, tanto del sexo masculino como femenino, a quienes se trata de usted. Es un caso de leísmo muy generalizado y aceptable:

¿Me permite que le acompañe? (dirigiéndose a un hombre o a una mujer).

No obstante, también se emplean la formas propias de complemente directo:

¿Me permite que lo/la acompañe?

    3.ª En las oraciones impersonales que se forman con se, es habitual usar le(s) en función de complemento directo, referido tanto a personas como a cosas, especialmente en masculino:

Se le abre pulsando pulsando este botón (referido al capó de una coche).

Algunos hablantes emplearía lo, conscientes de que se trata de un complemento directo, pero para otros resultaría disonante (entre los que me incluyo). En femenino es más habitual usar la(s), aunque no sería raro encontrar le(s):

Se la ve más al otro lado del puente.
Se le ve más al otro lado del puente (referido a un mujer).

    4.º En  ciertas oraciones que incluyen un verbo con los pronombres le(s) o lo(s), la(s) y una construcción con verbo en infinitivo o introducida por que, se sigue la regla general, pero son objeto de frecuentes dudas.

    a) En frases como las siguientes el pronombre es complemento indirecto y la construcción con infinitivo o la introducida por que es complemento directo; por tanto, debe usarse le(s), tanto para el masculino como para el femenino:

Le ordenó venir inmediatamente.
Le pidió que fuera puntual.
Les propuso ir de viaje.

    b) Sin embargo, en estas otras el complemento directo es el pronombre porque la construcción con infinitivo o la precedida de que están introducidas por preposición. Se usan, entonces, lo(s) o la(s):

La convenció de que vendiera el piso.
Las animó a que vinieran a la excursión.
Lo autorizó a pasar.
Los obligó a que abandonaran la sala.

    En las tres últimas frases también sería admisible le(s) cuando se refieren a personas del sexo masculino.

    c) En las siguientes construcciones con el verbo ver y oír, el pronombre es complemento directo. Se usan por tanto las formas correspondientes a esta función:

La vi llegar.
Lo/le oí entrar.

    No obstante, cuando el infinitivo es un verbo transitivo que lleva complemento directo, es habitual y admisible usar el pronombre como complemento indirecto:

Una vez le vi arreglar la persiana.

    5.º Hay muchos verbos que se construyen con complemento directo de cosa y complemento indirecto de persona; por ejemplo, Escribí una carta (c. d.) a mi madre (c. i.). En algunos casos, el complemento de cosa se puede omitir, pero el de persona sigue siendo indirecto. Tomando el mismo ejemplo, si lo sustituyéramos por un pronombre, debería decirse Le escribí y no La escribí.


    
6.º Un grupo de verbos, entre los que se encuentran ayudar u obedecer, que tradicionalmente eran intransitivos y se construían con complemento indirecto, están pasando a ser verbos transitivos y este este el uso más consolidado hoy. Así pues deben construirse preferiblemente con los pronombre la(s), lo(s) o le(s) en función de complemento directo.

Finalmente, me gustaría llamar la atención sobre un tipo de leísmo incorrecto que se está extendiendo entre locutores de radio y televisión; y conocemos muy bien la influencia que ejercen los medios de comunicación oral en la generalidad de los hablantes. Se trata del uso del pronombre le(s) referido a personas del sexo femenino en construcciones que no ofrecen especiales dificultades. Como en:

Si ves a María Antonia, salúdale de mi parte.

Debió decirse:

Si ves a María Antonia, salúdala de mi parte.

Es difícil saber cuáles son la motivaciones de este uso, en cierto modo novedoso. Es posible que esté actuando inconscientemente el leísmo de cortesía, del que hemos hablado antes, o que predomine la tendencia a no caer en el laísmo, fenómeno que, aunque está muy extendido en la lengua hablada, se siente como claramente incorrecto, incluso vulgar (La dije que viniera).

Hasta aquí la primera parte sobre el uso de los pronombres le(s), la(s) y lo(s), que se ha centrado en el leísmo, un fenómeno complejo que plantea con frecuencia dificultades entre los hablantes de español y que, por supuesto, no se agota con las explicaciones que aquí se han dado. En la segunda y última entrega sobre este tema hablaré sobre el laísmo y el loísmo, que tienen unos perfiles más nítidos que el leísmo. Añadiré algunas orientaciones finales e información sobre fuentes de fácil de acceso a las que se puede acudir en caso de duda (cosa que hago con frecuencia). De momento animo a todos a dirigir la mirada —en este y en otros temas— hacia su propio uso lingüístico para hacerlo cada vez más consciente y preciso, más comprometido con la corrección. Si este artículo sirve para eso, misión cumplida.






jueves, 10 de marzo de 2022

Lo prometido es deuda: Glosario de expresiones latinas

 En el verso 139 de su Epístola a los Pisones o Arte poética, Horacio pone en solfa los anuncios pomposos con la frase parturient montes, nascetur ridiculus mus, «los montes están de parto, nacerá un ridículo ratón». Este pasaje hizo fortuna y, como muchos otros de este autor, ha pervivido a lo largo de los siglos y ha llegado hasta nosotros; en castellano aludimos a él —no suele citarse en su forma latina— con la expresión «el parto de los montes», que se refiere a algo que parecía o pretendía ser importante y que al final ha quedado en casi nada.

Todo esto viene al caso porque confío en que este Glosario de expresiones latinas que ahora os presento y que había anunciado hace algunas semanas no acabe siendo «un parto de los montes». Sirva al menos esta introducción de captatio benevolentiae, otra expresión latina, que es un escrito, en buena medida retórico, que se incluía al comienzo de una obra, en el cual un autor pedía la benevolencia de sus lectores por lo que a continuación les iba a ofrecer. Esta práctica ha caído en desuso; hoy los escritores ni piden permiso ni disculpas por nada, por muy malo que sea el libro que acaban de perpetrar.

He seleccionado para este breve diccionario o «glosario» un par de centenares de expresiones latinas de uso frecuente en el español actual, tanto voces como locuciones, frases proverbiales y otras unidades pluriverbales. Algunas se emplean en la conversación corriente, y otras pertenecen a ámbitos especializados, como el jurídico, el religioso o el médico, pero que ya se han incorporado al acervo de la lengua común. 

En cada uno de los artículos se han incluido, además del encabezamiento con la expresión correspondiente y su sentido o uso, el significado literal en latín cuando difiere claramente del actual, acompañado de citas textuales tomadas de diversos medios (periodísticos, literarios, científicos, etc.), que además de atestiguar el uso, ilustran sobre el modo real en que se emplea cada una de las expresiones incluidas. Se incorporan, además, anotaciones de pronunciación, formación del plural y otras advertencias que pueden ser muy útiles para evitar los errores en los que se suele caer al emplear los latinismos.

No se ha pretendido en absoluto que este repertorio sea exhaustivo, sino que sirva como orientación para usar correctamente las expresiones latinas más habituales. Para quienes deseen profundizar en el conocimientos de ellas, su origen y contexto de producción, los pasajes precisos de los textos latinos en que se han originado, su repercusión en la literatura posterior y otras noticias, existen obras de mayor fuste que esta y con diferente orientación. La mejor en español es el Diccionario de expresiones y frases latinas (4.ª edición), del profesor Víctor-José Herrero Llorente, a quien tuve la suerte de conocer y editar hace ya unos cuantos años.

En este punto, vale la pena hacer  un par de observaciones generales sobre los criterios adoptados en la redacción de este glosario: una ortográfica y otra sobre pronunciación.

En los latinismos, como en el resto de voces procedentes de otras lenguas, cabe distinguir entre los llamados «crudos» y los adaptados o castellanizados. La mayor parte de los incluidos en este trabajo pertenecen al primer grupo y se caracterizan por que deben escribirse en su forma gráfica original, especialmente en lo que se refiere a la tilde acentual, que en latín no existía y que, por lo tanto, no debe añadirse tampoco cuando los usamos ahora. Es decir, debe escribirse ad hominen, delirium tremens, ex nihilo, habeas corpus, in articulo mortis, magister dixit, sub iudice, y no ad hóminen, delírium trémens, ex níhilo, hábeas corpus, in artículo mortis, magíster díxit, sub iúdice, como correspondería a su pronunciación y a las normas españolas de colocación del acento gráfico. ¿Cuándo consideraremos que un latinismo es crudo y cuándo está adaptado? Es crudo cuando no ha sufrido ninguna evolución y los hablantes tienen una clara conciencia de que es un elemento que no pertenece a su propia lengua. Claro, acabamos de entrar en el ámbito de lo subjetivo, pero las cosas de la lengua son así. Es lo que hay. Por otra parte, la Real Academia Española ha sido fluctuante en este aspecto a lo largo de su historia, de ahí que en los textos podamos encontrarnos perfectamente una misma expresión escrita de una forma u otra. No obstante, la edición de la Ortografía de 2010 ha establecido claramente los criterios que estamos describiendo aquí; son razonables y aconsejo que los sigamos.

En lo que se refiere a la pronunciación, las cosas quizá son un poco más delicadas. En los latinismos, se dan, sin entrar en detalles, tres pronunciaciones: la clásica, la eclesiástica —de clara influencia italiana— y la que podríamos llamar «corriente», que consiste en leer lo que vemos escrito de acuerdo con las pautas actuales. Un ejemplo muy claro es el de la combinaciones ce y ci, que aparecen, por ejemplo, en circa, en in voce o en lignum crucis. En pronunciación clásica leeríamos que, qui, en pronunciación eclesiástica diríamos che, chi, y en pronunciación corriente sería ce, ci. Cada expresión latina tiene su propia biografía y ámbito de utilización, por eso estas tres pronunciaciones no se dan de hecho en todas la expresiones latinas. Es necesario indicar en cada caso la que se considera habitual, siempre dentro de los límites de lo correcto y razonable.

Cuando mi sobrina tenía catorce o quince años, entablamos una tarde una acalorada discusión sobre si la cultura (los libros, las películas, la música...) debían o no ser gratuitos. Ella, instalada como puede suponerse en el principio del «todo gratis» que ha instaurado  Internet, era acérrima partidaria de que la cultura debía ser «libre» y accesible para todos. (Aprovecho para anotar que este uso del adjetivo libre es un anglicismo más que se ha introducido en los medios informáticos y afines, ya que free en inglés significa tanto «libre» como «gratis», cosa que no ocurre   —o no ocurría— con el adjetivo libre en español). A pesar de los nobles argumentos que esgrimió, yo le expresé mi dudas, que, como correspondía a su edad, consideró una afrenta; y así quedó la cosa, sin posible acuerdo. Hoy sin embargo me dejaré convencer un poco. Aquí tenéis este Glosario de expresiones latinas, «libre» de derechos de autor, que he «subido a la Nube», accesible desde el enlace que he incluido en su propio título. Espero que os guste y que vaya mejorando con vuestros comentarios y sugerencias. Así es la Red.