Hace unos cuantos días me llegó por vía indirecta el siguiente intercambio de guásaps (esta forma castellanizada del anglicismo Whatssap ya está ampliamente documentada e incluida en la edición de 2016 del Diccionario de María Moliner). Cambio algunas cosas para que la referencia no sea tan explícita. En este ejemplo, se trata de una felicitación que transmite el organizador a los asistentes a una convención de escritores (hombres y mujeres) y la respuesta de uno de ellos:
—Estamos recibiendo un montón de felicitaciones por las intervenciones. Estad atentas a las redes sociales, próximamente colgarán noticias referentes a vuestras intervenciones. Enhorabuena, campeonas.
—Vaya, se ve que gustaron más las escritoras. Los escritores trataremos de esmerarnos más la próxima vez.
—Imagina cómo se pueden sentir las mujeres cuando durante siglos se las ha incluido en el masculino.
No sé si la respuesta del escritor incluye cierta retranca maliciosa. La del emisor inicial del mensaje no deja lugar a dudas. Muestra una intención reivindicativa completamente deliberada. La misma que se da en la denominación de la organización política Unidas Podemos, formada, por supuesto, por mujeres y por hombres.
Es evidente que un femenino plural no puede representar a un colectivo formado por hombres y mujeres, tampoco cuando el número de mujeres es mayoritario, como se piensa a veces (de ahí la respuesta del autor interpelado). Se trata simplemente del funcionamiento de la gramática española actual, que heredó del latín y que, evolucionada, se mantiene hasta ahora: el masculino plural aplicado a un grupo de personas del sexo masculino y femenino puede referirse bien a todos, bien solo a los del sexo masculino; una u otra interpretación dependen del contexto. El femenino plural se refiere únicamente a personas del sexo femenino. Naturalmente, estamos hablando del uso normal o estándar de la lengua. En contextos específicos, la lengua es tremendamente flexible para servir a un fin determinado.
Por otro lado, se incluye la afirmación marcadamente inexacta y, a mi modo de ver, tendenciosa de que el uso del masculino plural inclusivo ha producido en la mujer un sentimiento de sumisión al hombre. Sinceramente, y se lo he preguntado muchas veces a ellas, no me consta que exista ese sentimiento en la mayor parte de la mujeres en este aspecto. Cuando se da, probablemente es algo sobrevenido a la influencia ideológica, no previo.
Sin duda, la equiparación en derechos del hombre y la mujer es uno de los hechos más destacables y beneficiosos en la evolución social de finales del siglo pasado y principios del actual. Cuenta con todo mi apoyo. Sin embargo, las lenguas naturales como el español, son productos históricos que evolucionan por consenso implícito de la totalidad o de la gran mayoría de los hablantes, y los cambios no pueden imponerse ni efectuarse al margen de sus estructuras propias —tampoco la Real Academia puede hacerlo— desde ningún colectivo, por muy loables que sean sus reivindicaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario