Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus
«Permanece la rosa prístina en su nombre, nos quedan los desnudos nombres».
Es el verso que el semiólogo y escritor Umberto Eco incluyó en la frase final de su conocida novela El nombre de la rosa. Lo tomó de un hexámetro del poema De contemptu mundi («Sobre el desprecio del mundo»), de Bernardo de Cluny (siglo XII), sustituyendo la palabra Roma por rosa. En su origen reproduce el tópico de la vanidad de la vida terrenal: todas las cosas mundanas son efímeras, y de ellas, de su estado original, solo nos queda su nombre; pervivencia nominal que quizá en Eco ha de ser interpretada como una cualidad valiosa y esperanzadora.
Joaquín Dacosta. Nueva antología de expresiones latinas. En prensa.
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