sábado, 23 de abril de 2022

Post-it, marca registrada

 

En la década de los ochenta llegaron a nuestras vidas unas hojitas de color amarillo fluorescente, con una franja adhesiva en el dorso, para escribir notas, generalmente recordatorios, y dejarlas pegadas en algún lugar visible. Sí, me estoy me estoy refiriendo al post-it. Fueron un invento de la multinacional estadounidense 3M, creadora además, entre otra muchas cosas, del famoso estropajo scotch brite (que nosotros pronunciamos siempre a la española, escoch brite). Ambos productos son marcas registradas; esto quiere decir que su nombre, inventado también como lo que designa, ha sido inscrito en el registro correspondiente, y no puede ser utilizado en determinadas circunstancias si no es con la autorización de su creador. Sin embargo, ambas palabras —y esto no sé si se les gustará mucho a los ejecutivos de 3M— se usan con toda naturalidad genéricamente para nombrar esos objetos u otros parecidos, sean de esa marca o de otra. Este es un fenómeno corrientísimo, esencial a la lengua e imparable en un mundo en el que la mayor parte de las cosas que usamos, nos comemos o nos bebemos han sido fabricadas por un tercero. Muchas voces de las que empleamos a diario tienen su origen en una marca registrada. Cito aquí unas cuantas (algunas sorprenderán): casera (gaseosa), celofán, chupa-chups, gominola, gramófono, clínex, lycra, mecano, neopreno, ping-pong, plastilina, sonotone, tirita, vaselina, velcro, yoyó.

Hoy hablaremos de post-it. La palabra procede de la expresión inglesa en forma imperativa post-it, que significa «colócalo, fíjalo, pégalo», aunque se usa como sustantivo; «no contable», como cuando decimos usa post-it para recordarle la hora de la reunión, o «contable», referido a cada una de estas notas: escribe el teléfono en un post-it. Desde que empezó a utilizarse, tanto en el ámbito oficinesco, del que se convirtió en un auténtico símbolo, al doméstico, convivieron dos pronunciaciones: póstit y pósit. Mi impresión personal es que la primera de ellas comenzó siendo la más frecuente; es la que corresponde a la escritura y la propia de hablantes cuidadosos a la hora de leer, o con mínimas nociones de inglés; la segunda no me parece muy común entre hablantes cultos, y creo percibir también que se emplea a veces adrede, en ese tono humorístico habitual del ámbito laboral, casi a modo de sutil captatio benevolentiae, con conciencia de que se trata de una pronunciación incorrecta.

Pues bien, la Real Academia Española, en un afán un tanto obstinado por castellanizar expresiones extranjeras en contra de la evidencia del uso general (la documentación es abrumadora en favor de la forma inglesa post-it), optó en 2014 por incluir en el Diccionario la adaptación pósit. Sinceramente, no entiendo esa decisión. Puestos a castellanizar, por qué no póstit. Nuestros hábitos de pronunciación están perfectamente adaptados a la secuencia post; de hecho las habilidades articulatorias de los españoles han mejorado mucho con respecto a las de generaciones anteriores, seguramente por la extensión del aprendizaje de lenguas extranjeras. Y esta pronunciación es la que mejor se ajusta a la original, es frecuente y la preferida por hablantes cualificados. ¿Quién da más?





2 comentarios:

  1. De acuerdo contigo en que suena mejor postit, a veces las decisiones de la RAE no se comprenden...
    En inglés también se utiliza en algunos casos el nombre del inventor para denominar un objeto y de marca registrada ha pasado a usarse de modo general. Un ejemplo es byro, para bolígrafo. Otro es hoover, aspirador.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Pepa. Me alegro de que coincidamos.

    ResponderEliminar