Ortega decía que explicar algo, hacerlo entender cabalmente, no era nada más —y nada menos— que reducirlo, por muy complejo que fuese, a verdades de Pero Grullo. Así que con la venia de este personaje de la imaginación popular y la del más universal de nuestros pensadores, me propongo verter hoy aquí unas cuantas perogrulladas sobre el uso de los adjetivos de relación y gentilicios correspondientes a las principales áreas en que se divide el continente americano. Hay un motivo para ello. Suelen cometerse impropiedades al emplear estos adjetivos y sustantivos, a veces por imprecisión geográfica, y las más por estar connotados por motivos ideológicos. Esto no es ninguna crítica, es la constatación de una realidad. El influjo ideológico es una manifestación de la subjetividad, y esta contribuye decisivamente a la consolidación de las unidades léxicas.
Los habitantes de América se llaman americanos. Esto quiere decir que son americanos tanto los norteamericanos, como los centroamericanos, antillanos y sudamericanos (o suramericanos). Obsérvese, sin embargo, que los habitantes de los Estados Unidos de América (por distinguir este país de los Estados Unidos de México), se llaman a sí mismos, de modo un tanto abusivo, americanos o norteamericanos (American, North American), uso que se ha extendido al español, cuando lo deseable y más correcto es llamarles estadounidenses. Conviene recordar también que los mexicanos, aunque pueda extrañarnos porque hablan español —no sé qué tendrá que ver una cosa con la otra— son también «norteamericanos».
Así pues, los habitantes de América del Norte (o Norteamérica) se llaman norteamericanos, los de América Central (o Centroamérica) se llaman centroamericanos, los de las Antillas se llaman antillanos (no son ni norteamericanos, ni centroamericanos, ni sudamericanos) y los de América del Sur (Sudamérica o Suramérica), sudamericanos (o suramericanos).
Hispanoamericanos son los americanos de habla española, y la parte de América en la que viven se llama Hispanoamérica. Iberoamericanos son los hispanoamericanos y los brasileños, que hablan portugués, ya que España y Portugal son las dos naciones que ocupan la península ibérica.
Tengo la impresión de que sudamericano esta adquiriendo cierta connotación negativa (reforzada por el peyorativo sudaca), y me consta que a los habitantes de aquellas latitudes no les gusta que se les llame así. Algo parecido ocurre con hispanoamericano. Prefieren llamarse a sí mismos latinoamericanos y más recientemente, latinos, y a su territorio América Latina (o Latinoamérica). Probablemente hay en ello un deseo de desasirse definitivamente del pasado colonial español, o diluir la preponderancia de este origen en una combinación de influencias de países europeos de cultura latina, como Italia y Francia. Yo no sé si esto es exacto en la realidad actual y en la historia, y no olvidemos que esas denominaciones, lejos de tener un origen autóctono, proceden claramente del inglés: Latin America, Latin American. Y es bien sabido el interés de potencias como Francia en el siglo XVIII y Estados Unidos en el XIX y posteriores en desactivar la influencia española en aquellas tierras y en los más diversos aspectos, también en el lingüístico. Así se escribe la historia. Pero, sinceramente, me parece poco inteligente intentar renegar de una cultura en una lengua que habló y en la que escribió Cervantes, Galdós o Juan Rulfo. Con respeto por todas las demás, sin duda.
Hoy el término latinoamericano parece bien consolidado, incluso entre españoles, y sudamericano e hispanoamericano van a la baja. Y solo se puede llamar música latina a los nuevos ritmos importados de allí (música sudamericana o hispanoamericana serían otra cosa), por más que Horacio, Ovidio o Cicerón tengan escasa, por no decir nula, influencia en ella. Pero yo no me resigno. Hispanoamericano y sudamericano son términos precisos, apuntan con exactitud a las realidades que designan, están bien motivados morfológicamente. ¿Por qué dejar de usarlos si somos capaces de abstraernos de las connotaciones interesadas —o poco conscientes— de unos y otros que desvirtúan su verdadero sentido?
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